¡De concurso! ¡Verdaderamente magistral! Nuestras infraestructuras son las mejores del mundo mundial. Los apagones que nos trasladan a una república bananera son buenos porque prueban el civismo y disminuyen los accidentes de tráfico. El kit de supervivencia solo es útil, si eres usuario de la actual red ferroviaria, donde no sabes ni cuando sales, ni cuando llegas. Menos mal que al “mítico” tranvía de Las Palmas de Gran Canaria le quedan otras tres décadas de construcción, así no será saboteado. No hay responsables, mucho menos en este gobierno que todo lo hace “chuli”. Eso sí, tenemos acciones del exterior, boicots, malvados hackers y el problema de la huella de carbono, pero nuestra clase política se desvela por nosotros.
Confiado en la paternal protección del gobierno de la gente, y de nuestro Gran Timonel, pensé en la película V de Vendetta, que pusieron el otro día. Alan Moore, autor de “V for Vendetta”, dijo: “Los artistas mienten para decir la verdad mientras los políticos mienten para ocultarla” y lo clavó. A ningún gobierno le interesa la verdad, a ninguna entidad supranacional rebosante de poder le preocupa la verdad, por eso nos quieren iguales en obediencia y sumisión. Los que nos pretenden uniformes, nos quieren esclavos. No somos iguales, ni lo somos, ni lo seremos, al menos si respiramos de verdad, si pensamos. Querer igualar es querer homogeneizar, laminar cerebros, minorar la individualidad.
Para estos tipos gobernar no es el objetivo, tienen otro concepto del poder, tan peligroso como patéticamente infantil. Terminaremos la legislatura sin presupuestos nacionales y con deuda pública estratosférica. Con suerte se promulgarán un “puñado de leyes” y un saco de decretos-ley de pacotilla para entretener a su público. Mientras su circo continúa, regando palmeros en verdadera bacanal propagandística, sin preocuparse por disimular que se ha hecho del Estado una extensión del partido. La historia sabrá juzgar este despropósito; pero para entonces será tarde para muchos y habremos tirado a la basura estos preciosos años. Todo lo normalizamos, nada nos preocupa, pero terminaremos dándonos cuenta de lo que es la verdad vista demasiado tarde.
Creo que el pensamiento central de V, creación cinematográfica con sus luces y con sus sombras, es la definición gráfica del miedo. Por eso, cuando en esta película de referencia nos hablan de control de las corrientes de pensamiento, generación de pandemias por los gobiernos, desastres y conflictos artificialmente instrumentalizados para generar tensión… ¿no les suena de algo? ¿no lo vemos? El miedo a disentir, el terror a no ser parte de la mayoría es lo que atenaza tu cuello y te impide pensar libremente. Cuando la protagonista supera el lance del encierro y la tortura a la que es sometida, es cuando obtiene su libertad. No su libertad, sino la libertad, porque ya no tiene miedo, porque ya es completamente libre.
Cuesta comprender la pasividad de tanto súbdito, no merecemos otro apelativo, mientras nos están esquilmando como sumisas ovejas. Nuestro poder adquisitivo, nuestra proverbial calidad de vida, disminuye de forma contrastada año tras año, y seguimos dando las gracias por otro día más de supuesta tranquilidad. Y, debo reconocer que la primera pasividad que me afecta es la mía.
Nos molesta enfrentarnos a la realidad. Es tan fácil etiquetar al vecino como un negacionista, como un conspiranoico. ¡No seas pesado, deja de darme la brasa! De veras, te comprendo, pero no te olvides de que a veces los que nos parecen más locos, son los que están más cuerdos. Y puestos a etiquetar de “pesados” pensemos en la cantidad de expertos, en todas las materias, con que nos saturan las tertulias televisivas. Los mejores son los que hablan en nombre de la Ciencia. Ellos son la CIENCIA. Confinamientos saludables para todos, pangolines que extienden virus, mascarillas para pasear por la playa, restrictivos pasaportes, deprimentes ciudades de 15 minutos, medicamentos milagrosos, euro digital… y, de pronto, ¡se van los plomos! Estalla el apagón, ese bulo de la ultraderecha que jamás iba a ocurrir en un país con unas estructuras tan soberbias.
Ya han probado con todo tipo de generadores de miedo. Los que peinamos canas crecimos con el permanente recelo a la debacle nuclear, después al terrorismo de origen desconocido que nos permite todo tipo de guerras de “liberación”, tras ello hemos conocido dos o tres experimentos pandémicos, hasta que con tanta experimentación dieron con la fórmula idónea. Son minorías cada día más conscientes, las que se están percatando como quieren utilizar el cambio climático, y la nueva religión de la sostenibilidad. Siempre crearán desequilibrios y crisis de todo tipo para que estemos permanentemente amedrentados, y sumisamente agradecidos porque un estado omnipresente pretende regular nuestro día a día. V no es una novela distópica, es premonitoria y genuina agenda 2030.
Los políticos de siempre nos mienten, historia y estadística así lo demuestran. Pero hay cosas que están cambiando, y se están transformando con vertiginosa velocidad. Por ejemplo, el apagón es una prueba evidente de que la realidad del día a día, está derribando todos los mitos progresistas. La biología y las matemáticas combinan bien poco con los catecismos ideológicos de los totalitarios.
No resulta sencillo vivir bajo un yugo de seda, una oligarquía disfrazada de democracia. Poco a poco, sufrir el día a día, permite detectar los abusos de los poderosos. Utilizan la fuerza, la demagogia, la conspiración y burdos y reiterados engaños para acabar con las libertades. Nuestro ilustre paisano Pérez Galdós, en su novela La Regenta escribía: «Pensamos demasiado en nuestra debilidad y acabamos por padecerla». Es difícil no sentirse presionado, realmente oprimido, por más sucedáneos de libertad con que las élites globalistas nos engoan.
Sigo pensando que hemos abusado de la inacción y ya lo hemos pagado demasiado caro. Sencillamente no nos podemos permitir más narcotizada pasividad, porque todo se transforma a velocidad meteórica y nosotros seguimos enfrascados en pintar semáforos de colorines. Apostemos por retornar a la normalidad y exigir que quien gobierna cumpla sus obligaciones fundamentales, erradicando la basura de la política-espectáculo. Todavía no es tarde. Las fuerzas vivas de la nación han de situarse en el polo de las soluciones. Lo decía el filósofo Thomas Hobbes “El infierno es la verdad vista demasiado tarde”. Demasiado tarde…
Luis Nantón Díaz
LA VERDAD VISTA DEMASIADO TARDE
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SIEMPRE APRENDIENDO

Ante todo gracias por tu visita.
Te presento un recopilatorio de los artículos que semanalmente se publican en el CANARIAS 7, y que con auténtica finalidad terapéutica, me permiten soltar algo de lastre y compartir. En cierta medida, de eso se trata al escribir, de un sano impulso por compartir.
La experiencia es fruto directo de las vivencias que has englobado en tu vida, y mientras más dinámico, proactivo y decidido sea tu carácter, mayor es el número de percances, fracasos, éxitos… Los que están siempre en un sofá, suelen equivocarse muy poco…
Y, posiblemente eso sea la experiencia, el superar, o al menos intentarlo, infinidad de inconvenientes y obstáculos, procurando aprender al máximo de cada una de esas vivencias, por eso escribo, y me repito lo de siempre aprendiendo, siempre.
Me encantan los libros, desvelar sus secretos, y sobre todo vivificarlos. Es un verdadero reto alquímico. En su día, la novela de William Goldman “La Princesa Prometida” me desveló una de las primeras señales que han guiado mi camino. La vida es tremendamente injusta, absolutamente tendente al caos, pero es una experiencia única y verdaderamente hermosa. En esa dicotomía puede encontrarse ese óctuple noble sendero que determina la frase de aquel viejo samurái: “No importa la victoria, sino la pureza de la acción”.
Como un moderno y modesto samurái me veo ahora, en este siglo XXI… siempre aprendiendo. Los hombres de empresa, los hombres que intentamos sacar adelante los proyectos de inversión, la creación de empleo, los crecimientos sostenibles, imprimimos cierto carácter guerrero a una cuestión que es mucho más que números. Si además, te obstinas en combinar el sentido común, con principios, voluntad de superación y responsabilidad, ya es un lujo.
Si también logramos inferir carácter, lealtad y sobre todo principios a la actividad económica, es que esa guerra merece la pena. Posiblemente sea un justo combate.
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