Me encanta la música barroca, especialmente la obra de Johann Sebastian Bach. Su arte me transmite un reposado vendaval de sentimientos y sensaciones. “La Pasión según San Mateo” es una pieza extraordinaria que me resulta deliciosa y cada vez que la escucho, me conmueve. Especialmente el aria “Mache dich, mein Herze, rein” que definitivamente, es más que música y nos transmite estas evocadoras palabras:” Purifícate, corazón mío, que quiero enterrar yo mismo a Jesús. Pues desde ahora y para siempre ha de encontrar en mí su dulce reposo. ¡Mundo, retírate, deja que entre Jesús!”. Se escucha casi al final de la cantata cuando José de Arimatea ha recuperado el cuerpo de Jesús, entregado por Pilatos, y se dispone a situarlo en el sepulcro. La música resalta de esta forma la experiencia íntima y profundamente personal del creyente.
Es un testimonio de la capacidad del arte para trascender en el tiempo, conectando a las personas a través de la emoción y la belleza. Asentada en una estructura monumental y gracias a su profunda expresividad, la obra invita a una reflexión sobre temas trascendentes como el sacrificio, la redención y el amor. Es una sinuosa catarsis transformadora.
La Pasión según San Mateo es, posiblemente, la obra musical sacra más grande de la historia de la música occidental. Su fidelidad con las enseñanzas evangélicas, su poesía y su vibrante música la encumbran de forma indiscutible. Compuesta en 1727, por el Maestro de Leipzig, para dos orquestas, solistas y dos coros, tiene una complejidad técnica extraordinaria. Es una cantata oratórica sobre los últimos días de Cristo y nos embarga de pleno en el drama, el sufrimiento y la redención. Es una meditación musical que provoca la reflexión, conjugando las luchas y esperanzas de los hombres, de todos los hombres. Bach consigue que participemos en un drama que contiene todo lo que nos hace humanos: amor, sacrificio, traición, abandono, injusticia, remordimiento, compasión y miseria… Pero la música de Bach es un verdadero bálsamo para el alma con las dos únicas soluciones posibles: el amor y la redención.
Es un magnífico ejemplo de la asombrosa capacidad de la música para emocionar. Aún desconociendo los evangelios, e incluso antes de que el bajo inicié el aria, ya desde la bellísima introducción de la orquesta, músicos y profanos nos percatamos de que esta pieza tiene algo… Algo maravilloso que el maestro germano consigue hacernos llegar con una sorprendente fuerza.
Bach es un compositor profundamente espiritual con una enorme capacidad para transmitir sentimientos con su música. En este aria nos traslada la fuerza del lamento, la ansiedad de la súplica, la desesperación y el ruego del ser humano que desea obtener el perdón divino. Como al final del Padre Nuestro: “Sed libera nos a malo” es decir, libéranos del mal, la pasión nos insufla el ansia de liberación. No me refiero a cielos, ni a infiernos sino a un sincero ansia de superación. Es una música de introspección, para el ser que se dirige conscientemente hacia la identificación con el Páter, y reconoce junto a Él, y en Él, su Liberación.
Simplemente cerrando los ojos y dejándonos transportar por las melodías que dialogan entre sí, somos capaces de sentir toda esa cascada de emociones. Si además prestamos atención al texto percibimos que la música enfatiza la esperanza, frente a la soledad. Las palabras de Cristo siempre son acompañadas por largos tonos de las cuerdas, que nos acercan a lo sagrado, mientras que los demás caracteres sólo son escoltados por el bajo continuo. Únicamente cuando nuestro Señor pronuncia sus últimas palabras, las cuerdas callan…
Ninguna civilización puede sobrevivir sin una herencia espiritual viva. Europa, que hasta hace bien poco era heredera de la cultura grecolatina, ha dejado que su impresionante visión del mundo languidezca en las estanterías de su desnortada memoria. Es propio del fin de ciclo, así ha de ser. Pero no basta con eliminar la fe; también es necesario sustituirla. En nombre del progreso, transformamos el igualitarismo laminador en el nuevo sacramento, la bandera arco iris en la nueva cruz y a quienes disienten en los nuevos herejes, a quemar en la hoguera de la cancelación. Donde antes había piedad, ahora existe pensamiento único. Donde había debate, ahora hay censura. Y el derecho de la libertad de expresión sólo existe si coincide con su excluyente verdad. Son momentos de introspección para pensar… para darnos cuenta de las incongruencias de un mundo que es necesario transformar. Un sistema que habla insistentemente de libertad, pero nos vigila con cámaras; que habla de tolerancia, pero criminaliza la opinión disidente; que dice defender derechos, pero ha olvidado lo que es un deber. La clave reside en intentar cambiarnos a nosotros mismos para poder mejorar lo que nos rodea.
La semana santa es un periodo de introspección, de sana reflexión. Hoy en día escasean los momentos para pensar y sobre todo, para buscar en nuestro interior. Es una época especial, y como muchas ocasiones especiales, tiene mayor eco en comunidad. Me refiero a la comunidad popular que al contrario que la “sociedad”, es homogénea y orgánica. Se compone de gentes unidas por unos lazos forjados por milenios de historia, tradiciones y herencia comunes que por su naturaleza, tienden a compartir su destino. Vivamos pues la Pasión como una oportunidad para renacer.
Luis Nantón Díaz
LA PASIÓN
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SIEMPRE APRENDIENDO

Ante todo gracias por tu visita.
Te presento un recopilatorio de los artículos que semanalmente se publican en el CANARIAS 7, y que con auténtica finalidad terapéutica, me permiten soltar algo de lastre y compartir. En cierta medida, de eso se trata al escribir, de un sano impulso por compartir.
La experiencia es fruto directo de las vivencias que has englobado en tu vida, y mientras más dinámico, proactivo y decidido sea tu carácter, mayor es el número de percances, fracasos, éxitos… Los que están siempre en un sofá, suelen equivocarse muy poco…
Y, posiblemente eso sea la experiencia, el superar, o al menos intentarlo, infinidad de inconvenientes y obstáculos, procurando aprender al máximo de cada una de esas vivencias, por eso escribo, y me repito lo de siempre aprendiendo, siempre.
Me encantan los libros, desvelar sus secretos, y sobre todo vivificarlos. Es un verdadero reto alquímico. En su día, la novela de William Goldman “La Princesa Prometida” me desveló una de las primeras señales que han guiado mi camino. La vida es tremendamente injusta, absolutamente tendente al caos, pero es una experiencia única y verdaderamente hermosa. En esa dicotomía puede encontrarse ese óctuple noble sendero que determina la frase de aquel viejo samurái: “No importa la victoria, sino la pureza de la acción”.
Como un moderno y modesto samurái me veo ahora, en este siglo XXI… siempre aprendiendo. Los hombres de empresa, los hombres que intentamos sacar adelante los proyectos de inversión, la creación de empleo, los crecimientos sostenibles, imprimimos cierto carácter guerrero a una cuestión que es mucho más que números. Si además, te obstinas en combinar el sentido común, con principios, voluntad de superación y responsabilidad, ya es un lujo.
Si también logramos inferir carácter, lealtad y sobre todo principios a la actividad económica, es que esa guerra merece la pena. Posiblemente sea un justo combate.
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