El objetivo de eliminar a los autónomos españoles, es parte del programa para acabar con la clase media europea. La mayor parte de nuestro tejido industrial, comercial y productivo está sustentado en pequeños empresarios, los verdaderos generadores de riqueza y empleo en las últimas décadas. Pretenden acabar con el estado de bienestar generado por la clase media, para impulsar una sociedad dependiente de las migajas del sistema. 

La persecución a los autónomos es, a mi entender, el problema más grave de cuantos castigan a nuestra economía. Lo peor, es que no es una cuestión coyuntural, no es un cambio de ciclo, es sencillamente una persecución al ciudadano medio, trabajador, pequeño propietario y que cree en su trabajo, en su esfuerzo y en su ahorro. Para los políticos apesebrados por la agenda 2030, es mejor promover a personas dependientes del Estado, asegurándose con los impuestos que todos pagamos, la fidelidad de tanto estomago agradecido.

No tiene otra etiqueta. Los autónomos están en el punto de mira. La Seguridad Social propone nuevas subidas de las cotizaciones para 2026 entre el 4% y el 35%, que se dispararían aún más en 2027 y 2028. El atraco fiscal no tiene límites y se está transformando en auténtica tortura fiscal. Cada mes, su Sanchidad y mariachis engordan las arcas públicas con más de 2.000 millones de euros adicionales en tributos. Los datos oficiales de estos primeros seis meses del ejercicio, publicados por la Agencia Tributaria, reflejan un incremento de la recaudación de 13.000 millones de euros respecto al mismo periodo de 2024.

Pese a la franca oposición de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA) la Seguridad Social pretende elevar las aportaciones hasta en un 105% hasta el ejercicio 2028. Aportaciones que arrojan pobres contraprestaciones y coberturas para los trabajadores. Como botón de muestra, cabe destacar que el 85,6% de los autónomos no pueden permitirse contratar a un asalariado. El desproporcionado sistema de tributación, los pagos mensuales a la Seguridad Social y la asfixiante normativa dificulta la subsistencia a los cerca de tres millones y medio de autónomos, censados el pasado mes de abril.

El nuevo ajuste de tuercas eleva para dentro de unos meses la cuota mínima de autónomo a 218 € con rendimientos inferiores a 670 euros mensuales y llega hasta un máximo de 797 € para los que superen los 6.000 euros, con subidas de entre el 3,8% y el 35 % en las 15 bandas de ingresos que se han sacado de la manga. Aquí en Canarias, en los últimos 5 años han desaparecido 7.444 empresas y en solo dos ejercicios 5.645 autónomos. No son frías estadísticas, son historias que vemos día a día aunque no queramos escucharlo.

Su modelo es Venezuela, su objetivo es la pauperización de la sociedad. Nunca lo han ocultado: “No tendrás nada y serás feliz”. Nos entretienen con su abrumadora cultura del ocio y con discursos evanescentes que impulsan la narcotización del personal. Pero vete al supermercado y compara tu cesta, con lo que comprabas hace cinco años. Si hablas del sueño de alquilar una vivienda, o comprar un inmueble…mejor no hablar. Pero es lo que tenemos, es lo que permitimos.

Sin empresas y autónomos, no hay empleo, no hay impuestos, no hay economía, no hay bienestar social. Los datos lo confirman. En julio se perdieron 235 autónomos cada día, un total de 7.286 en el mes, lo que supone 2.339 cotizantes menos que en el mismo periodo de 2024 y el peor dato de los últimos tres años. Un golpe para un sector que aporta el 1,5% del PIB y el 17% del empleo. Los autónomos soportan costes laborales y de producción disparados, falta de financiación y serias dificultades para acceder a las prestaciones sociales.

Para 2027, el planteamiento del Gobierno arranca en 234,73 euros para el tramo más bajo de rendimientos y termina en 1.002,49 euros para el más elevado, y de cara a 2028, comienza con 252,1 euros y cierra en 1.208,73 euros. Los trabajadores por cuenta propia del tramo más alto tendrían que aportar en el 2028 más del doble  de lo que aportan en el 2025. Es la muerte lenta y silenciosa de nuestro tejido productivo, que repercute directamente en el resto de la población.

No es incompetencia, no es que estemos en manos de unos cretinos irresponsables, es una compleja estrategia de ingeniería social para tener esclavos felices: empobrecimiento de la sociedad, eliminación de la clase media, sustitución demográfica, aniquilación del pilar familiar y derribo del sistema educativo.  Estos globalistas no quieren ciudadanos libres sino contribuyentes obedientes. Al que arriesga e invierte, lo penalizan; al que reclama, lo ignoran; al que produce, lo exprimen. Es una estrategia de control: menos autónomos conlleva más dependencia y más dependencia supone el fortalecimiento del control.

El economista austriaco Hayek advertía que cuando la justicia deja de referirse a reglas universales aplicables a todos por igual, y pasa a significar “reparto de resultados”, ya no hablamos de libertad, sino de control. Estos tipos de la agenda 2030 se llenan la boca con el relato de la “justicia social”, lo “pintan” como algo noble, pero encierra una trampa: presupone que alguien —el Estado— tiene derecho a decidir qué es “justo” y a imponerlo por la fuerza. El resultado es siempre el mismo: más coerción, menos responsabilidad individual y una sociedad que premia la obediencia en lugar del mérito. La justicia no consiste en cercenar cabezas, económica o culturalmente hablando, sino en respetar los derechos de cada ciudadano.

Permitimos demasiadas cosas. Sucumbimos ante el pensamiento generalizado de que no hay nada que hacer, pero cada día son menos los que aportan a un sistema de bienestar, que languidece, y que se mantiene a base de multiplicar el gasto público y la deuda. Son muchos los que están en el punto de mira, y pienso yo, que es necesario, es de justicia, no darle facilidades a tanto despótico abusador. No hace falta una calculadora, más tarde o más temprano, sufriremos las consecuencias de nuestra cómoda inacción.

Luis Nantón Díaz